Imploraba su destierro, lastimaba, creaba profundas heridas,
cada vez era más
intenso, cada vez me doblegaba más,
él, excitado de imágenes,
de los cuerpos a contra sol,
los estruendos
marcados por el cielo hacían la diferencia de otras veces,
la tormenta estaba
por caer, estaba a punto de llegar,
los rostros
aturdidos por el ocaso; las campanas se quebraron,
el tintineo fue
ensordecedor, la respiración tomo acción de un huracán,
impregnados de
sexo; después de haber bebido el mar la sed estaba presente.
Vino la calma, el
silencio, la inmovilidad, las miradas, tuvieron brillo propio,
sonido y
razonamiento, no era necesario nada, las curvas de la silueta
marcada a contra luz,
aplastaban la tranquilidad, como musgo
invadió el
espacio, como jerarquía tomo puesto hasta la cima.
E impregnados de
sexo el mundo nos consumió,
Soledad vino después.
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